Escritura académica
La escritura académica
El estilo propio de escritura que debe presentar la monografía es, en general, un estilo formal, donde se emplean términos técnicos, precisos y no ambiguos. No debe confundirse esto, sin embargo, con un “lenguaje rebuscado”. Dado que uno de los objetivos principales de toda monografía es comunicar un saber, la claridad y la precisión son dos valores esenciales del estilo de este género[1].
La escritura académica es un registro de escritura que muestra evidencia de que el escritor:
- ha sido perseverante en el estudio, y, por ende, maneja con precisión el lenguaje propio del área.
- ha mostrado una mentalidad abierta, por lo que no muestra un lenguaje sesgado o tendencioso.
- ha sido constante y disciplinado en el estudio del área en la búsqueda de brindar una respuesta razonada a un problema.
- ha priorizado a la razón por sobre la emoción al escribir .
- se dirige a un lector más bien racional, que procura información.
En la escritura académica se diferencian diversos estilos que se vinculan con las distintas “comunidades”, esto es, con el vocabulario propio de los expertos en diversas áreas. En cada una de estas comunidades, se define el vocabulario, la corrección en la expresión, cómo deben expresarse los enunciados y qué es una evidencia o una buena fundamentación.
Podemos hablar de dos grandes tipos de trabajos monográficos: aquellos que se orientan hacia la discusión teórica de un tema y los que se basan en datos recogidos en el curso de una investigación práctica. En ambos casos la finalidad principal del escrito hacer aceptar al lector las conclusiones sostenidas en el trabajo. Sin embargo, una monografía de análisis literario tal vez se oriente más al análisis de un texto o de un conjunto de textos literarios mientras que en una monografía de Filosofía, por ejemplo, la tarea podría centrarse en una investigación bibliográfica, mientras que en una monografía de ciencias naturales quizás se desarrolle una investigación de campo que requiera el análisis de casos concretos.
Sin embargo, cualquiera sea el planteo del trabajo monográfico, siempre es requisito presentar los resultados de la investigación con un acento personal. De ahí que la función persuasiva sea predominante en este tipo de comunicación, puesto que el escritor procura mostrar a su eventual lector, que sus conclusiones son válidas y basadas en evidencias confiables.
Si bien el trabajo monográfico presenta un acento personal (pues, básicamente, el alumno procura mostrar al lector que ha respondido a su pregunta de indagación de manera convincente), es frecuente que el texto esté escrito en modo impersonal (“En este trabajo se procurará…”) o, en ocasiones, en primera persona del plural (“En este trabajo procuraremos…”). Estos dos estilos dan al escrito un tono más formal.
El lenguaje, como dijimos, puede cambiar según el área de que se trate. En Historia, por ejemplo, es aceptable el uso de términos vagos y hasta concierta carga emotiva, como, por ejemplo, el uso del término “tirano”, y eso sería inadmisible en la jerga propia de la Biología, por dar un ejemplo.
Si bien es cierto que la vaguedad y la carga emotiva pueden estar presentes en el vocabulario propio de las Ciencias Sociales y de la Historia, también se espera que el alumno sea consciente de su uso y que, por ejemplo, devele cuáles son los presupuestos que hay detrás del uso de esas palabras con carga emotiva. Por ejemplo, durante un período de la historia argentina en que el tres veces presidente, Juan Domingo Perón, estuvo en el exilio, sus opositores lo llamaban “el tirano prófugo”. Es absolutamente válido que un alumno use esta expresión, siempre y cuando ponga de manifiesto quiénes, por qué razones y en qué contexto se referían a Perón de esa manera.
Asimismo, palabras como “pobreza”, “enfermedad mental” o “populismo” presentan un nivel de vaguedad o imprecisión importante. Es menester que el alumno que ha de usar estos términos, los precise haciendo uso de las llamadas “definiciones estipulativas”, es decir, aquellas que estipulan o precisan en qué sentido o con qué límites se aplicará dicha expresión. Así, puede decir “En el presente trabajo se considerará pobre a toda aquella familia tipo cuyos ingresos totales mensuales sean inferiores a…”, o “Consideramos enfermedad mental a todo aquel desorden listado en el DSM IV”, o bien, “Usaremos el término populismo en el sentido en que
Una vez que el alumno se interiorice en la lectura de textos académicos previos, se encontrará más familiarizado con las convenciones y estilo propio del área o, como se le suele llamar, de dicha “comunidad de discurso”.
Sin embargo y más allá del vocabulario técnico de cada área, es menester que el alumno se exprese haciendo un uso formal del lenguaje. Así, por ejemplo, comparemos el uso del lenguaje en estos dos ejemplos, referidos ambos al mismo tema, en una monografía en lengua:
Decidí escribir una monografía sobre cómo funciona el hip-hop como forma de protesta de las clases más bajas porque pienso que la música es muy buena, hace bailar a la gente e inspira a escuchar el mensaje a aquellos que normalmente no creerían que tiene sentido oponerse a algo. Como me gusta mucho bailar hip-hop, quería averiguar algo más sobre el tema.
Y, en cambio:
Esta monografía sobre cómo se desarrollaron las letras del hip-hop como forma de protesta contra una sociedad que segrega a las clases trabajadoras se basa en la premisa de que la música tiene un ritmo característico y estimulante que inspira a la gente a moverse, y de ese modo llega a un público que normalmente no cree en la protesta, y mucho menos en alzar la voz en público. En consecuencia, la música se convierte en un vehículo para voces de protesta que pueden cambiar el mundo y, de hecho, lo han cambiado. Mi propia experiencia bailando hip-hop en un nivel relativamente avanzado fue lo que estimuló mi deseo de investigar este tema con más profundidad.
[1] Recomendamos la lectura del texto “La monografía”, en https://centrodeescrituravirtual.files.wordpress.com/2010/03/monografia_ar1.pdf
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