Los desafíos que plantea hacia adelante la “escuela cerrada”… pero con aulas abiertas

Por Romina Biga, Susana Beatriz Fernández, Marcos Guerrero, Silvia Cano, Alexander Díaz Campos, Miriam Bertone, Guillermo Rodriguez, Maria Ines Piaggio, Montse Martí, Elisa Jimenez Grant, Katherine Guerrero, María Gabriela Salatino, Germán Tenorio, Rafaela Menoscal, Sol Ines Perez, Pedro Martínez Marecos, Cecilia Villavicencio, Francisco Vargas Fragosa., Barbara Battaglino, Karina Avendanño, Tulia Ocampo Gaviria, Leonor Alvarez, Marcela Scarone, David Spooner, Analía Oursi, Maite de la Fuente Zofío, Eugenio López Braos, Prof. Alfonso Perendones, Cristina Flammini, Eugenia Arias, Prof. Jesús Montoro Ruiz, José Enrique García Cebrián


La extensión de la “cuarentena” o “aislamiento obligatorio” plantea escenarios cada vez más complejos para sostener y garantizar la continuidad académica. Lo que empezó en la mayoría de los países como un planteo de una quincena o un mes, comienza a perfilarse como un trimestre en el mejor de los casos. Y con este panorama a la vista, las primeras estrategias pensadas a corto plazo parecen no alcanzar.

Muchas escuelas comenzaron a transitar esta etapa en medio de una gran confusión, sin tener certeza de cuánto sabían sus docentes, los padres y los alumnos del manejo de las cuestiones tecnológicas asociadas a la educación a distancia.

En una primera etapa, la mayoría de los establecimientos apostó por un contacto asincrónico, de “idas y vueltas” de trabajos escritos, o de algún video en el caso de los más chicos. Mails, mensajes, chats que iban y venían a cualquier hora; consultas al docente fuera de horario; chicos trabajando de manera errática con un gran volumen de tareas un día y nada para hacer otro… básicamente movimientos estertóricos de una escuela desorganizada, intentando sostener como podía la continuidad académica…

Con el tiempo, cuando quedó claro que el aislamiento se iba a prolongar comenzaron los principios de organización:

  • Establecimiento de horarios de contingencia: escuelas que intentaron mantener a rajatabla los horarios escolares “normales”, escuelas que elaboraron horarios de contingencia que contemplan estímulos de todas las asignaturas tal vez en menor frecuencia o duración que el habitual.
  • Reglas de convivencia: se formalizaron los canales de comunicación, se establecieron horarios de intercambio de material.
  • Modalidad de llevar adelante los procesos de enseñanza-aprendizaje: el intercambio asincrónico no alcanza, se comenzó a hacer evidente la necesidad de otro tipo de “encuentro”, los docentes comenzaron los momentos de intercambio sincrónico con sus grupos de clase.
  • Contención de la comunidad: las escuelas que tienen equipos de orientación escolar comenzaron a organizar encuentros individuales y grupales; las que no, a dedicar tiempo de los encuentros a cuestiones que van más allá de los contenidos académicos. Los directivos comenzaron a planear reuniones de intercambio docente dando espacios de catarsis, agregando momentos de “distensión” a la seriedad de reuniones de planificación y seguimiento.

La implementación de estas estrategias trajo un alivio, por supuesto, pero vuelven a surgir necesidades, que aún no han sido cubiertas por todos:

Las familias reclaman mayor comunicación: esta modalidad es nueva para todos, los padres temen que sus hijos “pierdan” el año escolar; los dispositivos no siempre alcanzan; el teletrabajo de los padres impide que puedan ayudar “en tiempo real” a sus hijos pequeños… Se impone entonces una comunicación institucional que explique el marco, el alcance, la modalidad, las expectativas. Aparece la necesidad de un acuerdo intrainstitucional de “limpiar” la comunicación: qué, quién, cuándo, por qué medio, con qué frecuencia, con qué estilo. No se puede duplicar información, no puede faltar información; la información debe ser clara, evitando los términos técnicos; la precisión es fundamental: en un momento de sobreabundancia de material de lectura la información debe ser puntual, sin adornos, de lectura ágil; cada nivel debe recibir la información que necesita, y esto vale tanto para la comunidad de padres como para los docentes.

Los docentes reclaman más acompañamiento: sostener una modalidad a distancia sin preparación previa, trae el desconcierto del “día a día”; aparecen las preguntas sobre frecuencia de encuentros “cara a cara”, volumen de trabajos, evaluación, alumnos que “no se conectan”, trabajos duplicados. Es importante ayudar a bajar la ansiedad. Dar marcos. Con un horario establecido (preferentemente más corto que el habitual, pues tanto alumnos como docentes tendrán más trabajo “fuera de hora”) es más fácil instalar rutinas. Acordar frecuencias de clases con modalidad sincrónica y anacrónica, dar pautas para los encuentros sincrónicos (la mayoría de los establecimientos utilizan Zoom o Meet), para la propuesta y recepción de tareas (plataforma institucional, Google class, etc), dar pautas para la revisión de las tareas realizadas de manera anacrónica, acordar cuál será el tratamiento para la entrega de tareas duplicadas, ayudar con el equipo de apoyo en la comunicación a las familias de aquellos alumnos que no siguen las clases o no entregan tareas de manera sistemática.

Los alumnos comienzan a flaquear: extrañan a sus compañeros, muchos sienten la falta de contención física y emocional del aula, del docente, del grupo de pares. La escuela tendrá que dar respuesta también a esto. Organizar encuentros grupales de juegos, charlas. Enviar comunicaciones semanales de aliento, con “tips” para estudiar, frases, etc. Ayudar en su organización sistematizando la información enviada por los docentes: aviso del encuentro, encuentro o tarea, resumen del encuentro para quien no lo pudo seguir. Ofrecer un canal de comunicación con el equipo de apoyo escolar, profesor tutor, preceptor para escuchar inquietudes individuales. Acompañar.

El cierre del bimestre/trimestre/cuatrimestre…se avecina: ¿qué hacer con la evaluación? La pregunta flota en el aire, la respuesta es esquiva. Aparecen las opciones más tradicionales, con uso de aplicaciones como Kahoot o Socrative; la conformación de portafolios defendidos por conferencia individual con cada alumno; la combinación de una propuesta de trabajo escrita con una defensa oral, que puede ser para todos o sólo para aquellos alumnos con respuestas “dudosas”; la propuesta de trabajos más creativos como un video o una presentación oral con apoyo visual para el resto de la clase … todo y nada sirve a la vez. El registro de la participación debe ser riguroso y debería formar parte de la evaluación y la conformación de la calificación trimestral; los profesores o maestros de materias “de proceso” cuentan aquí con ventaja: el envío de diversos borradores ayudan a asegurar la autoría del trabajo; los profesores o maestros de las materias llamadas “de contenido” tendrán que agudizar su ingenio, abrir el espectro de preguntas a las que estaban acostumbrados, exigir fundamentación, ejemplos, incluso proponer que sea el alumno el que proponga preguntas o ejercicios, para probar que comprende el tema…En todos los casos, el desafío es que el alumno -al final del proceso- sienta que la evaluación fue justa, que no le “regalaron” ni “quitaron” mérito.

Para finalizar, compartimos los consejos dados por la Dra. Marina Furman, quien sugiere lo siguiente:

Organizar el envío de la tarea a los alumnos: prever cuántas por semanas se mandarán y aclarar cuáles tendrán una devolución para que las familias lo tengan presente. “No hay que enviar montones de tareas, sino algunas significativas. Proponer actividades potentes, idealmente que incluyan más de una materia. Menos es más”, propuso Furman.

-En la medida que estén los recursos, plantear un tiempo de clase sincrónica a través de algunas de las plataformas de videoconferencias como Zoom o Meet. “Que ese sea el momento para responder dudas y se dé un ida y vuelta lo menos caótico posible”, agregó.

-Aprovechar herramientas que ya existen y saben usar. “Van a estar aprendiendo nuevas estrategias pedagógicas porque es parte del proceso. Tomar lo que saben hacer y de ahí avanzar paulatinamente”, sugirió la especialista.

-Utilizar recursos que ya estén disponibles. Por ejemplo, si se trata de una clase de lengua, servirse de un libro que esté subido en la web o si la materia es ciencias ejemplificar con un video. “Mi impresión es que muchos docentes están creando contenido en estos días desde cero y eso realmente lleva tiempo. En internet hay mucho interesante para aprovechar”.

Marcela Scarone


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